Por Guillermo Robles Ramírez
Si bien es cierto que el Papa Francisco se le ha reconocido como el primer líder de la Santa Sede que mucho a pronunciado y de manera fuerte en contra de los curas pederastas, también lo es que durante todo este tiempo nunca se le ha castigado alguno de ellos por autoridades fuera del clero eclesiástico y mucho menos del mismo.
También es cierto que se mencionó sobre una transparencia sobre lo cada vez anunciado por la gente, en donde poco a poco se ha perdido el tabú de ello, pero también lo es cierto que ni siquiera el mejor periodista del mundo o medio de comunicación ha logrado conseguir alguna información del mismo tema sobre la “dizque” transparencia anunciada por el Papa Francisco.
Lo mismo sucede cuando el Papa Francisco habló públicamente denunciando a todos aquellos sacerdotes que viven ostentosamente a que dejen a un lado lo material y vivir con humildad para ser congruentes con la palabra de Dios y tener obviamente credibilidad ante los feligreses que poco a poco han perdido su fe a la iglesia católica porque no hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro.
Ahora sí que como dice el dicho “candil de la calle, oscuridad de tu casa”, porque fueron como llamadas de iglesia, es decir, solo suena la campana para asistir a la misa en donde todos los escuchan, pero nadie asiste.
Pero cuántos sacerdotes conocen ustedes que viven cerca de su comunidad que no han escuchado el llamado de la humildad que está pidiendo el Papa Francisco a las Diócesis para poner en práctica la humildad como lo hizo el maestro Jesucristo.
Una misión difícil que tendrá el Papa Francisco en su largo camino de ordenamiento de la iglesia, ya que es simplemente un llamado de buena fe, es decir, no existe algún teléfono de denuncias o mucho menos una página de Internet.
Se sigue manejando el antiguo sistema de siempre, es decir, la iglesia goza con una impunidad por encima de la ley.
Nunca se ha escuchado que la Secretaria de Hacienda realice una revisión a ninguna iglesia por evasión de impuestos o cuando entregan un recibo de donación por las limosnas recolectadas durante las misas o aquel dinero de cantidades fuertes que algún ricachón da para lavar sus culpas comprando la absolución de un sacerdote.
Y en el caso de que remotamente alguna iglesia pague impuesto obviamente que nada más declara el dinero mínimo para mantenerse en un bajo perfil como contribuyente, porque todo está a la buena fe que sus ministros declaren porque el resto se va para uso personal, a su Obispado y al Vaticano.
Es muy claro que la bandera con la que camina la mayoría de los sacerdotes y obispos en el país siempre será como el de las tamaleras, lloran mucho, pero venden mucho.
Acaso alguien ha escuchado alguna vez que la iglesia dé un donativo para una causa noble o social, pero con sus propios recursos, es decir, sin la necesidad de hacer el llamado de los feligreses para una recolecta o juntar vivires. Porque su primer argumento siempre será que muy apenas junta dinero de las limosnas.
Pero eso sí de las mismas “limosnas” o “diezmos”, han logrado construir la ostentosidad de sus iglesias o solo basta con una visita a la ciudad del Vaticano para ver cómo la mayoría de sus construcciones están revestidas con oro tanto en su exterior como en su interior y no se diga de su museo donde se concentran millones de euros de los cientos y hasta miles de oleos, copas y en fin, un innumerable inventario de donaciones de reinas, reyes, príncipes, o presidentes de países y de familias ricas que dejan sus herencias a la Iglesia Santa Católica, Apostólica y Romana.
Por eso digo que no existe santo sin pasado, ni pecador sin futuro y menos cuando son ellos mismos juez y parte de ello, situación que ha durado durante siglos y que se seguirá manteniéndose así ya que son tan sólidas y tan fuertes como una roca dentro de un rio que cuando lo partes por la mitad siempre estará seca, aunque esa piedra lleve siglos dentro del agua. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org